jueves, 22 de agosto de 2013

Un día cualquiera

        Despertó una mañana, no era una mañana cualquiera, no sabía que iba a suceder, lo mismo no sucedía nada, quien sabe. Quizá su destino ya había barajado las cartas o quizá no.
        Como cualquier otra mañana de lunes, después de un ajetreado  fin de semana, bajó a desayunar, y misteriosamente, todo se encontraba muy tranquilo, el perro no ladraba, el pájaro no piaba,... apenas había ruido, ni si quiera el viejo motor del viejo refrigerador.
        Como todas las mañanas de lunes, se puso su café en su apreciada cafetera, esa Dolce Gusto roja que le regaló una de las personas más apreciadas. Tomó el café en unos pocos sorbos mientras se dirigía a la despensa en busca del pienso para el juguetón canino y el alpiste para el pajarillo. Cogió el alpiste, y al llegar a la pequeña jaula del pequeño jilguero, se hallaba tumbado boca arriba, lo cogió de una patita se dirigió al cubo de la basura, lo abrió sin mucha preocupación y lo depositó dentro.
        De nuevo, haciendo la misma rutina que todas las mañanas de lunes, cogió el pienso del chucho, y se fue hacía el cacharro donde ponía: "Hermes", le depositó la medida de todos los días, ahora el perro llegaba aceleradamente eufórico, le acarició la cabeza, se dio la vuelta y se marcho de la habitación del perro.
        Dirigiendose al aseo de su habitación, se metió en la ducha y se dio la ducha más placentera que jamás se había dado, pero un extraño ruido interrumpió su momento, un extraño pitido, no sabía exactamente de que se trataba, salió de la ducha, y allí estaba... Era su despertador nuevo, el cual le regalaron el sábado por su vigésimo quinto aniversario en la empresa.
        Se vistió, tan tranquilo como siempre, y se dirigió a su bonito bólido azul vaquero, y se marchó...